La isla balear de Menorca es una isla única en el mundo, por su historia, su paisaje inalterado, su gastronomía y su respeto a las tradiciones y al medioambiente. Menorca guarda muchos tesoros más allá de sus paradisiacas calas de arenas blancas y aguas turquesas. Su situación estratégica en el Mediterráneo y su espectacular puerto natural, el segundo mayor del mundo, la convirtieron en objeto de deseo de múltiples civilizaciones que dejaron su huella en la isla. Podemos comenzar a conocerla viajando 3000 años en la historia mientras contemplamos las imponentes taulas, como las de Torralba d’en Salort y de Trepucó, y las navetas funerarias de los poblados talayóticos, únicos en el mundo. Su excelente estado de conservación nos muestra el gran respeto de los menorquines por su historia. La identidad y el patrimonio de la isla se nutren de todas las culturas que pasaron por la isla y que han dejado su impronta en ella. Las huellas de los bizantinos, romanos, musulmanes, británicos, franceses y españoles siguen presentes en su patrimonio, tradiciones, vocabulario y toponimias, lo que hace de esta isla un lugar de una riqueza cultural excepcional. La isla fue declarada en 1993 Reserva de la Biosfera por la Unesco. Un lugar en el que sus habitantes viven en armonía con la naturaleza. Menorca es una isla para vivirla a ritmo slow. Pedaleando por caminos bordeados por muros de piedra seca, observando como el ganado pasta en libertad en los campos, contemplando atardeceres junto a uno de sus siete faros, viendo trabajar a los artesanos, esperando la llegada de los llauts en el puerto, o saboreando alguno de los manjares locales, como la caldereta de langosta o el queso de Mahón.
No te puedes perder…
- Disfrutar de sus calas paradisíacas de arenas blancas y aguas turquesas rodeadas de pinos, como la Cala Turqueta, cala Macarella o cala Mitjana.
- Visitar las taulas de Torralba d’en Salort y de Trepucó, de más de 4 metros de altura y la muralla del poblado de Son Catlar, la única que se conserva íntegra en Baleares.
- Disfrutar de las fiestas de verano de los distintos pueblos protagonizadas por los hermosos caballos menorquines.
- Pasear por las calles de Ciudadella al atardecer para ver cómo sus pallaus de piedra de marés se tiñen de dorado.
- Asomarse al puerto de Maó, el segundo puerto natural más grande del mundo, después de Pearl Harbour.
- Disfrutar de los atardeceres desde el Faro de Cavalleria o de Punta Nati.
- Descubrir la artesanía local en los mercadillos durante las noches de verano.
- Recorrer el Museo de Menorca para conocer su historia.
- Subir al Monte Toro para contemplar una vista de 360º de la isla.
- Visitar la Torre de Fornells, erigida por los británicos a comienzos del XIX.
- Comprarte unas auténticas abarcas menorquinas en un mercadillo.
- Degustar una caldereta de langosta junto al mar.
- Probar el queso de Mahón y sus embutidos típicos, carnixulla, sobrasada (más magra que la de Mallorca), cuixot, y el botifarró negro y blanco.
- Brindar con la ginebra más antigua y singular del Mediterráneo, Gin Xoriguer, o con Pomada, una bebida preparada con esta ginebra y zumo de limón.