Escapada cultural a Zaragoza: una ciudad imaginada y fantástica

Asomarme de nuevo a mi ciudad natal, desde este texto y tras quince años de ausencia, me  convierte de alguna manera en un personaje similar al que imaginó el escritor polaco Jan Potocki en su Manuscrito encontrado en Zaragoza al comienzo de la novela. Es decir, en una narradora  napoléonica que durante el asedio a los Sitios de Zaragoza, descubre en una “casita de muy buen  aspecto” un escrito que apenas es capaz de traducir desde su lengua francesa y sin embargo, intuye  alberga en su interior la historia entretenida de una España imaginada y fantástica, repleta de  personajes inquietantes, “almas en pena y adictos a la Cábala”. Sí, algo parecido a una extranjera  romántica con ínfulas de conquista, idioma y cuerpo forasteros, bajo el presentimiento de que en esa ciudad se mueven más historias, memorias y noches singulares que las que evocan sus propios  recuerdos.  

Ahora bien. Veintiún años viví en la capital aragonesa. Y sirviéndome de esta idea popular de que  hay muchas maneras de adentrarse en una ciudad, en una casa o en un amor, me voy a permitir hoy, junto a ustedes, acercarme de nuevo a Zaragoza con el ánimo de trazar un mapa de recuerdos, un  catálogo de espacios destacables, divertidos, diferentes, ocultos, olvidados… de mi ciudad de origen,  a pesar del desarraigo, a pesar de la memoria fragmentada, y que no dudaría ni por un momento de  incluir en toda visita sofisticada y genuina a la ciudad del Cierzo (nombre de nuestro portentoso y  gélido viento). Así, tan segura de la propia experiencia y de los tiempos de juventud. Allá voy. 

Canal Imperial de Aragón

Canal Imperial de Aragón
Canal Imperial de Aragón Foto: Turismo de Zaragoza

Si toda guía turística que se precie empieza con un buen titular, la mía no iba a ser para menos;  bienvenidos/as al Canal Imperial de Aragón. Aunque se sitúe en los márgenes de la ciudad. Aunque  sea poco transitado por los propios zaragozanos/as. Aunque de Imperio le quede únicamente las  ganas. Porque la que ha resultado ser una de las obras hidráulicas más importantes de Europa, con  110 kilómetros de riego y navegación y diseño de Ramón Pignatelli, es anulada desde hace años por la belleza natural y magnánima del río Ebro. Y al creerme yo mujer de compasiones y amor por las  sombras, o al menos eso intento, pues aquí voy a consentirme honrar al Canal hasta el punto de  priorizarlo como una de las paradas indispensables para comprender y disfrutar de la capital maña. Y no por una cuestión de enaltecer más aún el ego humano y sus grandes obras de domesticación de la naturaleza, sino por el paseo tranquilo al que este invita, repleto de patos, pollas de agua, azulones,  carpas, alburnos, así como por el frescor que sus juncos, álamos y plataneros proveen a las riberas  cimentadas de su cauce. Además, entender de dónde proviene el agua que la gran mayor parte de la  ciudad consume, a mí me parece esencial para empatizar con los caprichos y menesteres de la sed  de todo zaragozano/a a pie que salga a nuestro encuentro. 

Y lo recorrería, eso sí y sobre todo, desde el tramo que parte de la Almenara de Nuestra Señora del  Pilar, allá donde el parque de pinos de Torrero linda con la urbanización tardía de Casablanca, hasta la entrada del que fuera rebautizado en 2010 como Parque Grande José Antonio Labordeta. Ese  trayecto, nada más, como tentempié del resto de la jornada. 

Parque Grande José Antonio Labordeta

Parque Jose Antonio Labordeta Zaragoza escapada cultural a Zaragoza
Parque grande José Antonio Labordeta Foto: Turismo de Zaragoza

La verdad es, que me quedé en el siguiente nombre y apellido antes de emigrar: Parque Grande  Primo de Rivera. Tal cual. Y cuando me enteré del cambio de “familia” de nuestro querido vergel  de dictador a poeta -vivía por aquel entonces en Chicago, EEUU-, no pude sino celebrar desde la  lejanía, y con mucha alegría, la muerte. Así, como suena. A modo de terapia tibetana. Porque  Labordeta, además de dejarnos un legado cultural y político muy rico tras su defunción, nos recordó que la muerte puede ser nominativa, transformadora y liberadora. Y en este sentido, para el Parque,  desde luego resultó ser así. Labordeta murió y el Parque cambió de nombre. 

Dejo la puerta abierta, 

el árbol y la luz 

pues siempre espero ver 

que me saludes tú: 

pequeña, dulce, triste 

y hermosa libertad. 

(En la canción Abrí todas las puertas, 
José Antonio Labordeta

Un café llamado “las Ocas”, música al aire libre, jardines franceses, acequias repletas de zapateros,  gorriones que se acercan a beber de sus aguas, alondras y palomas revoloteando por las ramas de  acacias y cedros, esculturas que recuerdan el pasado combativo de la ciudad y “de cuyo nombre no  quiero acordarme”, carro-bicis de alquiler, un tren chuchú de los años 60 y dos casas dedicadas a la  vestimenta y etnografía regionalista. Esas son algunas de las maravillas que una/o puede encontrar  en este paraje inaugurado por el propio Primo de Rivera en 1929. Aunque mi sitio favorito dentro  de este cuerpo verde es el Parque Botánico, en donde reconozco haber soñado de niña con abrir  las jaulas de las aves exóticas que en él se encontraban y liberarlas, así como con escribir un cuento  al más puro estilo Caperucita en Manhattan de Carmen Martín Gaite por las veredas y puentecitos  que en él se prodigan.  

“Arteria” Fernando El Católico -Gran Vía- Paseo Independencia

Saliendo del Parque por el Puente de los Cantautores -sí, otro nuevo bautismo; antes “13 de  Septiembre” y en tiempos republicanos “14 de abril”-, nos topamos a la derecha con la arteria más  importante de Zaragoza. Es más, uno/a no sabe a qué ciudad se enfrenta si no recorre esta médula espinal que se comporta al más puro estilo romano, es decir, como vía principal que conecta el norte y el sur de la ciudad. Además, pasear por esta pista peatonal con tranvía y un carril de coches a cada lado -obra del año 2011 en un intento de recuperar el que fuera el transporte más significativo  durante todo el siglo XX en Zaragoza hasta su desinstalación en los setenta- da las pistas necesarias  para entender las diferentes obras urbanísticas y arquitectónicas que la ciudad ha padecido, para  bien y para mal, desde el siglo XIX en adelante (la época de construcción va de más nueva a más  antigua conforme nos vamos acercando al corazón de la Plaza España), así como para auscultar el  que sigue siendo a día de hoy el recorrido favorito de los zaragozanos/as. Y es que la mirada aquí  juega un papel importante; en la tarde, cuando muchos de ellos/as han terminado sus jornadas de  trabajo, saltan a este paseo con el ánimo no sólo de estirar las piernas, sino de observar a sus  compatriotas a los ojos, de arriba abajo, de abajo arriba, con la candidez y avidez de toda persona de provincias que se precie, además de engalonarse con las prendas más bellas, limpias y elegantes de  sus armarios. Así, hasta llegar a los porches del Paseo Independencia, inspirados en la Rue de  Rivolis de París y en donde, junto a otras mujeres más, mi tatarabuela Bárbara y mi bisabuela  Carmen vendían castañas asadas en época de posguerra. Es más, todavía hoy, en temporada de  invierno y en recuerdo a aquel periodo de escasez y melancolía, se puede ver algún puestecito  iluminado con su lumbre, la cesta de frutos secos y una mujer o un hombre, como Pilar o José,  preocupados en calentar nuestros cuerpos azotados por el Cierzo racheado o las nieblas de Navidad. 

Castañera en Zaragoza
Castañera en Zaragoza. Foto: Archivo municipal de Zaragoza

Biblioteca Edificio Paraninfo

Al llegar a la Plaza Paraíso, y antes de continuar por el tramo porcheado del Paseo Independencia,  advierto que lo mejor es seguir deleitándose con los andares y vestuarios de los zaragozanos/as para no lanzar la mirada hacia la derecha, es decir, al comienzo del Paseo Sagasta, en donde el que fuera  uno de los más bellos cines de la ciudad y antigua filmoteca aragonesa, el Cine Elíseos, es resquebrajado y transformado en un gigante McDonalds, así, tal cual. Sin escrúpulos ni cariño. Es más, para evitar taquicardias y malos humos, les sugiero pasen rápido de ese escenario por favor y  viren a la izquierda. Ah, y si lo desean, den un fuerte “aplauso” a la (no)gestión de conservación del patrimonio histórico aragonés.

Dame 

minuto perdido 

tu sentido entero. 

Dame  

nube olvidada 

tu hermosa tristeza sin arraigo. 

(En el poema Ateo de Miguel Labordeta

Y helo aquí, a la izquierda, el mítico Edificio Paraninfo (respiren tranquilos/as ya, están a salvo).  Entren en él por favor, no se priven de semejante experiencia, porque con suerte hay una buena  exposición temporal y si no, siempre pueden disfrutar de lo que para mí resulta ser uno de los  puntos más bellos de mi ciudad natal; su biblioteca. Manuscritos e incunables de los siglos XVI al  XVIII, ediciones y volúmenes únicos, mobiliario de pino, barandilla de hierro y silencio sepulcral,  como algunos de los regalos que uno/a puede encontrar en el interior de la que fuera antes la  Facultad de Ciencias y Medicina de Zaragoza. Además, casi nunca hay nadie en este estupendo  templo de lectura, así que déjense respirar y dilatar en él si disponen -o desean ganar calidad- de  tiempo. 

Patio de La Infanta

Patio de la Infanta Zaragoza

Rodeando la Plaza Paraíso, e insisto, sin mirar hacia el Paseo Sagasta, nos topamos con el banco  Ibercaja, una obra arquitectónica de Teodoro Ríos Usón que pretendió modernizar e  internacionalizar en 1977 la centralidad urbana zaragozana; con sus dos volúmenes en cristal verde  agua y con una altura que en realidad aspiraba a ser más distinguida y portentosa de lo que acabó siendo (reducida casi a la mitad), no escatimó, desde la horizontalidad conquistada, desde la  achatada imagen financiera que acabó siendo el edificio, en incorporar en su interior una piedra  preciosa: un patio renacentista extraído del palacio del comerciante y banquero judío prestatario de Carlos V, Gabriel Zaporta. Patio en el que mi padre por cierto pasó gran parte de su vida laboral,  veinte años ni más ni menos, vigilando esta y otras estancias de la que fuera por aquel entonces una  caja de ahorros con orientación más bien social y fundacional. Así, cuando mi familia andaba  escasa de cuidadores o de dinero, mi madre me agarraba de la manita, con actitud discreta y valiente, y me dejaba en el Patio renancentista junto a mi padre, a quien sentía, con su uniforme gris y revolver en cintura, como un héroe protector de aquellos cuadros que pendían de las paredes y que me fascinaban con tan sólo cinco años de edad. Pinturas que, tiempo después, descubriría las había  pintado un tal Francisco de Goya y Lucientes, y que hoy en día, por cierto, me llegó a los oídos  habían sido donadas al Museo Goya y otras instituciones junto a cuadros de Bayeu. En la  actualidad además, el Patio sigue siendo refugio de exposiciones temporales de toda índole -tapices, pintura, etc-, recordando con especial cariño la que me permitió ver por primera vez la obra de  Sorolla a mis catorce años de edad.  

Tapices de la Catedral de la Seo

Tapices de la Seo Zaragoza escapada cultural a Zaragoza

Y hablando de tapices; además de los bares de tapas del Tubo, la Condonería, la visita a la Pilarica  y demás contienda, así como la parada indiscutible a la librería/tienda especializada en cine La  Ventana Indiscreta en la calle de San Lorenzo (regentada por mi estimado Sergio Guiral, un Apolo  de la cultura cinematográfica zaragozana), a mí me gustaría destacar una hermosa y selecta  exposición permanente de 23 tapices del siglo XV, a la que se accede cruzando el Arco medieval  del Deán, sin dejarse eso sí distraer por los cantos de sirena de trompetas y violines que emanan del  Conservatorio Profesional de Música de Zaragoza, justo al lado de La Seo; catedral que bajo ningún concepto dejaría de visitar y degustar, pues en mí particularmente ha despertado siempre más  pasiones que la archiconocida Basílica de Nuestra Señora del Pilar. La exposición de hecho se  encuentra en el primer piso del propio templo.

El Plata Cabaret

Ahora bien, más allá de las exquisitas y elevadas imágenes de tapices que les he propuesto, más allá de nuestros regustos y caprichos apolíneos, no podemos olvidar que hay un interior, un Dionisio al  que hay que atender para no desfallecer y/o para atenuar el posible síndrome de Stendhal que nos  provocó la contemplación directa de La Seo y su sublime obra textil. Y para ello, nada mejor que un buen café con licor y un striptease en el heterodoxo El Plata Cabaret. A mi abuela Aurora, recuerdo,  le encantaba el espectáculo de buscar la pulga con el peine, algo que ya degustó entre risas cómplices con sus amigas cuando el local todavía era regentado por la familia Trallero y la cerillera  Serafina distribuía condones a extranjis en la puerta. Por eso, cuando el director de cine Bigas Luna  lo resucitó en 2008 junto a la empresaria Joaquima Laguna, no dudé en agarrar por el brazo a mi  abuela y lanzarme junto a ella a disfrutar de aquel cabaré que tantas sonrisas picaronas le despertó  tiempo atrás.  

Las Armas

Y para terminar, como plato nocturno tal vez, yo no dudaría en echar un vistazo al programa de  música, danza, circo o cine (¿una pieza del cineasta aragonés Luis Buñuel, tal vez?) que pueda  ofrecer el espacio cultural Las Armas. El cual, situado en el corazón del barrio proscrito de San  Pablo y alentado por un proceso de gentrificación de la Zaragoza europea (algo que siempre le pone a una en estado de alarma) ha conseguido situarse a modo de alien bienintencionado y carismático,  entre los lugares con mejores propuestas y actividades colectivas de la ciudad. Ah! Y los graffitis  que lo acompañan en las calles aledañas, otra aparición contemporánea a descubrir. No se lo  pierdan. 

Os traigo mis recuerdos del viaje que invadió 

las sombras de mi rosal desnudo. 

(En el poema Os traigo mis recuerdos.. de 
Carmen Serna Montalvo

Y hasta aquí mi jornada por Zaragoza. Amigos, amigas. Que mis memorias y sabores les  acompañen con el mejor de los deseos. Que no se olviden también de desoír mis consejos y explorar esta ecléctica ciudad bajo el pulso de su propia intuición. Un fuerte abrazo.

La autora: Nacida en Zaragoza en 1985 en el barrio de la Romareda, María Abenia es conocida en el sector por su trabajo como programadora y presentadora del Festival Internacional de Cine Documental MiradasDoc, por impartir clases de cine y fotografía para estudiantes de bachillerato y universidad, y por su recién despegada carrera como guionista y cineasta de carácter autoral. Desde hace cuatro años además, reside en la isla de Tenerife. 

  1. Mariangeles Gracia says:

    Viajar es Vivir , has hecho un perfecto y emotivo viaje en el tiempo descubriéndonos que lo cotidiano no está exento de gran belleza.
    Siempre Zaragoza en tu memoria y los que de aquí te queremos en tu corazón.
    Gracias María

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